«Uniendo nuestras manos a la distancia» es el nombre de la buena práctica docente que implementa Lidia Rivera Ocampo, del Complejo Educativo para Sordos Licenciada Griselda Zeledón, durante la continuidad educativa, luego de que las clases presenciales fueran suspendidas, el pasado 11 de marzo, por la emergencia de la pandemia de COVID-19.
Rivera Ocampo tiene 30 años de trabajar con estudiantes sordos, en la enseñanza del español como una segunda lengua. La docente reconoce que este cambio (de lo presencial a lo virtual) no ha sido fácil porque la tecnología no era su fuerte y porque, en poco tiempo, debía buscar la forma más fácil, creativa y práctica para continuar con el desarrollo de sus clases desde su hogar.
La educadora dijo reconocer la importancia del uso de la tecnología para la enseñanza: “No ha sido nada fácil incorporarse a todo lo nuevo, más para mí, una maestra con 30 años de experiencia docente».
Sin embargo, «ahora puedo decir que este recurso ha sido un gran apoyo para impartir mis clases, una bonita experiencia; prácticamente, fue hacer lo mismo que en el aula, pero con la ventaja que ahora los niños pueden ver (una y otra vez) las clases. De verdad, vale la pena incorporarlo», relató la maestra.
«Les he enviado videos a los niños (los cuales grabo con el apoyo de mis hijos), pues, por la naturaleza del aprendizaje de los niños, debo tener mis manos libres, quitarme la mascarilla, son muchos factores los que debo tomar en cuenta para la enseñanza».
Para la docente, «al inicio, la mayor dificultad que tenía era lograr que todos los alumnos estuvieran en las horas requeridas, pero rápido comprendí que no era esa la manera, pues cada quien puede hacerlo a diferente hora. Además, a los maestros también nos ha tocado estar trabajando y hacer las cosas de la casa; no es fácil, pero la clave está en organizarse y buscar experiencias exitosas».
«Desde temprano los saludo, para no entrar de golpe. Si no hay actividad nueva, retroalimento la clase vista anteriormente; ellos preguntan y así vamos todo el día.
Otras actividades que hacemos con frecuencia son la lectura, dictados y dinámicas de juegos», señaló la maestra.
Con toda esta estrategia, «los niños sordos están fascinados, porque ellos son muy visuales e, incluso, son los mejores oradores. La actividad artística también se les facilita, así como también la poesía. Todo esto ha hecho que me enamore más de esta asignatura; además, por la necesidad que ellos tienen de comunicarse por escrito», acotó.
«Esta nueva forma de enseñanza es un sueño. Uno puede tener comunicación, incluso más personalizada, obviamente hacen falta los abrazos, su ternura, el acercamiento con ellos, eso es indispensable», dijo Rivera Ocampo.
Con esta práctica creativa de enseñanza, Rivera Ocampo participó en la Convocatoria de Buenas Prácticas de Continuidad Educativa, realizada por el Ministerio de Educación (MINED), a través del Instituto Nacional de Formación Docente (INFOD), en el marco del Día Nacional del Maestro, donde se le adjudicó una Mención Especial.
Es importante destacar que, según el Censo Escolar 2018, el sistema educativo registró una matrícula de 882 estudiantes con discapacidad auditiva, de los cuales 677 son sordos, 185 con hipoacusia (baja audición) y 20 sordociegos.
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